La historia de la medicina en Puerto Rico no puede contarse sin recordar a quienes abrieron el camino. Uno de ellos es el doctor Marino Blasini, miembro de la primera clase graduada de la Escuela de Medicina de la Universidad de Puerto Rico.
El Dr. Blasini recuerda con claridad el inicio de su trayectoria: “Yo solamente hice tres años de premédica y tuve la suerte de entrar a la escuela de medicina en la primera clase. El bachillerato me lo dieron después de terminar el primer año de medicina”, relató en una entrevista realizada por la Escuela de Medicina UPR.
Trayectoria en la medicina
La decisión de ser médico nació en su adolescencia, inspirado por su médico de familia: “Me impresionaba cómo el doctor Cobián se lavaba las manos en una ponchera con jabón antes de atendernos. Esa imagen me marcó”.
Sin embargo, su camino no estuvo exento de pruebas. Durante su último año de medicina, enfrentó la pérdida de su padre a causa de un cáncer gástrico. “Fue un año difícil porque mi papá murió en enero y yo me gradué en junio de 1954. La graduación fue muy sentida para mí”.
Tras completar su internado en el Hospital Municipal de Santurce, decidió especializarse en cirugía. “Un día atendí a una paciente, Doña María. A pesar de todos mis esfuerzos por controlarle la diabetes, el fallo cardíaco y la infección urinaria, siempre respondía: ‘Igual, doctor’. Ese día llegué a casa y le dije a mi esposa: yo no sirvo como médico general, tengo que ser cirujano”.
Así inició su residencia y, más tarde, un fellowship en cirugía experimental, donde realizó procedimientos en modelos animales que le permitieron perfeccionar técnicas aplicables en humanos. “En cirugía experimental hice muchas cirugías de corazón y de hígado, y esos conocimientos los pude aplicar luego a mis pacientes”.
Como cirujano, el doctor Blasini también fue innovador: “En el Hospital Municipal organicé el primer banco de sangre y, por mi experiencia, me asignaron a realizar cirugía de corazón y vascular en la década de 1960”.
Además de su práctica clínica, dedicó su vida a la docencia. “El que no enseña pasa como las nubes sin dejar huellas. Para mí enseñar siempre fue una obligación y un deber. Nosotros los médicos damos todo lo que tenemos al estudiante, gratis y con alegría”.
También enfrentó la crisis del VIH/SIDA desde la primera línea. “En los años de la epidemia, el 40 % de los pacientes que recibíamos en el hospital daban positivo. Mientras en Estados Unidos muchos cirujanos se negaban a operar, yo los atendía tomando las precauciones necesarias”.
Su liderazgo trascendió la práctica clínica al fundar la Sociedad de Médicos Graduados de la Escuela de Medicina, donde fue su primer presidente.
Hoy, con décadas de experiencia, el doctor Blasini reflexiona sobre el futuro de la medicina y envía un mensaje a las nuevas generaciones: “Si yo volviera a empezar, estudiaría medicina y volvería a estudiar cirugía. Porque la medicina es el campo más lindo que hay, el único que se parece a lo que Cristo hizo: sanar al enfermo. Es una satisfacción única”.
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