Por más de cuatro décadas, la humanidad ha convivido con el virus del VIH. En este tiempo, la ciencia ha transformado la historia de la enfermedad, pasando de tratamientos complejos a terapias altamente efectivas que permiten una vida plena y saludable. Sin embargo, aún persisten barreras invisibles que dificultan el acceso y la adherencia: el estigma, los prejuicios y la falta de comunicación empática.
La Dra. Carmen Zorrilla, catedrática de la Facultad de Medicina del Recinto de Ciencias Médicas, reflexiona sobre cómo las palabras y las actitudes de los profesionales de la salud pueden marcar la diferencia en la vida de una persona con VIH.
El poder de las palabras en la atención médica
“Las palabras tienen peso”, subraya la doctora Zorrilla. “A veces usamos una palabra que la persona puede percibir como hiriente, y eso nos distancia tanto como proveedor como familiar o como persona que quiere ayudar”.
Por eso, insiste, es fundamental pensar cuidadosamente en el lenguaje que se utiliza en la atención médica. “Queremos usar palabras que no tengan carga, que sean suaves para poder aglutinar y dar el mejor servicio posible”.
Para la doctora, los médicos primarios tienen un papel esencial en la detección temprana y el acompañamiento de las personas con VIH. Pero ese rol comienza con una mirada hacia adentro: “Tenemos que hacer un análisis de cuáles son nuestros prejuicios. Queremos atender a la persona libre de juicios, aunque todos, como parte de la sociedad, los tengamos”, explicó.
Una de las estrategias que recomienda es ofrecer las pruebas diagnósticas como parte rutinaria del cuidado médico, evitando generar incomodidad o desconfianza. “Así como se ofrece una mamografía por edad y no porque le vieron síntomas solo en la cara, debemos ofrecer las pruebas de VIH e infecciones de transmisión sexual como parte del cuidado de salud general”.
Conexión y adherencia
La adherencia al tratamiento, ya sea para el VIH o para cualquier otra condición, depende en gran medida de la relación médico-paciente. “Lo más importante es esa conexión, esa comunicación que tenemos con nuestro paciente. Si la persona se siente cómoda haciendo preguntas o expresando cómo se siente, esa adherencia se mantiene”, afirma.
Esa confianza permite ajustar dosis, cambiar medicamentos o simplemente acompañar al paciente en su proceso de salud.
La Dra explica que el estigma no es un fenómeno único, sino que tiene múltiples dimensiones: “Hay un estigma social, que es lo que la sociedad piensa, y un estigma interno o percibido, que es cómo la persona se siente consigo misma”.
Si bien el estigma social puede enfrentarse con educación y políticas públicas, el estigma interno requiere un trabajo más profundo. “La persona necesita sentirse en un lugar seguro, donde pueda revelar su diagnóstico y saber que recibirá apoyo. Eso es esencial para el bienestar emocional y para mantener la salud”, señala.
Campañas actuales y avances en el tratamiento
En Puerto Rico, el Departamento de Salud impulsa campañas de concienciación sobre la importancia de hacerse la prueba y sobre los tratamientos disponibles. Asimismo, la Asociación de Médicos Tratantes desarrolla esfuerzos educativos para promover los beneficios del diagnóstico temprano y la terapia antirretroviral.
Los avances médicos han transformado radicalmente el panorama. “Comenzamos en un momento donde no había tratamiento y mis pacientes tomaban 22 pastillas al día”, recuerda la doctora. “Hoy en día, una persona con VIH puede tomar una sola pastilla diaria. Y lo más importante: una persona que está en tratamiento por más de seis meses y está no detectable no transmite el virus sexualmente”.
La doctora Zorrilla enfatiza que el VIH se puede controlar y que el diagnóstico temprano es clave para una vida saludable. “El cuidado de las personas con VIH tiene fondos federales; casi todos los medicamentos son gratuitos. No hay por qué tener temor de hacerse la prueba”, afirma.
Con empatía, comunicación y educación, la especialista sostiene que el sistema de salud puede ser un espacio de acompañamiento, no de juicio. Porque, como ella misma concluye. “Un ambiente seguro y una buena comunicación son esenciales para que las personas entiendan que revelar el diagnóstico las va a ayudar más que des- ayudar”.









