Un nuevo informe de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) encendió las alertas esta semana: cerca de 1 de cada 3 adolescentes y preadolescentes, entre los 12 y 17 años, presenta prediabetes, una condición que incrementa considerablemente el riesgo de desarrollar diabetes tipo 2.
De acuerdo con los datos más recientes correspondientes al año 2023, 8,4 millones de jóvenes, lo que representa un 32,7% de la población adolescente de Estados Unidos, viven con esta condición silenciosa. En términos médicos, la prediabetes se caracteriza por niveles de glucosa en sangre superiores a lo normal, pero aún no lo suficientemente elevados para diagnosticarse como diabetes tipo 2.
Los CDC advierten que la prediabetes es una «señal de advertencia crítica», ya que no solo puede progresar hacia la diabetes tipo 2, sino que también eleva el riesgo de padecer enfermedades cardiovasculares y accidentes cerebrovasculares.
La preocupación por la salud metabólica no se limita a los adolescentes. Según el mismo informe, los nuevos diagnósticos de diabetes en adultos han dejado de disminuir tras más de una década de descensos continuos, registrándose 1,5 millones de nuevos casos en 2023.
Ante estas cifras, el Dr. Christopher Holliday, principal funcionario de los CDC a cargo de la prevención de la diabetes, declaró: “Cambios sencillos en la vida, como comer sano y mantenerse activo, pueden marcar una gran diferencia a la hora de prevenir o retrasar la diabetes tipo 2”, y calificó los nuevos datos como “una llamada de atención”.
Los factores de riesgo para desarrollar prediabetes en los jóvenes incluyen el sobrepeso, antecedentes familiares de diabetes tipo 2, y la inactividad física, definida por los CDC como realizar actividad física menos de tres veces por semana.
La buena noticia, señalan las autoridades, es que la progresión de la enfermedad es prevenible. Perder peso y aumentar el nivel de actividad física pueden ayudar a revertir la condición o evitar su avance hacia una diabetes tipo 2 diagnosticada.
Este informe señala la urgencia de promover hábitos saludables desde edades tempranas, tanto en los hogares como en los entornos escolares, para frenar una epidemia silenciosa que pone en riesgo el bienestar de millones de jóvenes estadounidenses.
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