La enfermedad inflamatoria intestinal (EII), que incluye la colitis ulcerosa (CU) y la enfermedad de Crohn (EC), ha registrado un preocupante aumento a nivel global en las últimas décadas. Así lo revela una reciente revisión sistemática que analizó la epidemiología y los factores ambientales implicados en la EII desde el año 2000 hasta finales de 2023, en el contexto de la expansión de las terapias avanzadas.
Según los resultados, las tasas de incidencia anual varían ampliamente entre regiones. En Europa, se reportaron cifras entre 10,5 y 46,14 casos por cada 100.000 personas, mientras que en Asia y Oriente Medio la incidencia es mucho menor, de 1,37 a 1,5 por 100.000.
En Oceanía, la carga de la enfermedad también es alta, con tasas entre 23,67 y 39,8, seguidas por América del Norte con rangos de 7,3 a 30,2, y América del Sur, donde las tasas oscilan entre 0,21 y 3,67 por 100.000.
Lo que más preocupa a los expertos es que este aumento no se limita a los adultos jóvenes, tradicionalmente más afectados, sino que también se está observando un incremento sostenido en la población pediátrica y en adultos mayores, lo que plantea nuevos desafíos para el manejo clínico de la enfermedad.
Factores ambientales en la mira
La revisión también examinó los factores ambientales que podrían explicar este fenómeno. Entre los desencadenantes más relevantes se encuentran la exposición al tabaquismo, el uso de antibióticos, antiinflamatorios no esteroideos (AINEs), anticonceptivos orales, infecciones y el consumo de alimentos ultraprocesados. En contraste, la lactancia materna y una dieta saludable rica en frutas, verduras, pescado y fibra se asocian con un efecto protector frente al desarrollo de la EII.
Uno de los hallazgos más consistentes es el impacto negativo del tabaquismo en el pronóstico de la enfermedad de Crohn, lo que refuerza la necesidad de incluir estrategias de cesación tabáquica en los programas de atención integral.
Un problema en expansión global
Aunque la EII ha sido históricamente más prevalente en países occidentales, el crecimiento más acelerado de casos se está dando fuera de estas regiones, especialmente en áreas donde antes era una enfermedad poco común. Esto, señalan los autores, obliga a reconsiderar los marcos de investigación, incluyendo poblaciones con diversa etnicidad y condiciones socioambientales.
De cara al futuro, se estima que para el año 2030, la prevalencia de la EII aumentará significativamente, y con ello los costos y complejidades del manejo médico. Por eso, comprender mejor la interacción entre factores ambientales, predisposición genética y evolución de la enfermedad es una prioridad para la investigación global.
El panorama descrito por esta revisión refuerza la necesidad de una respuesta internacional coordinada para abordar el avance de la EII. Identificar y modificar los factores de riesgo ambientales podría representar una oportunidad única para frenar el crecimiento de esta enfermedad y desarrollar estrategias preventivas eficaces.