Durante años, la microalbuminuria se consideró principalmente un signo de enfermedad renal. Sin embargo, nuevas evidencias la posicionan como una alerta temprana, accesible y clínicamente relevante del riesgo cardiovascular, incluso en personas sin daño renal manifiesto.
La microalbuminuria es la presencia de pequeñas cantidades de albúmina en la orina, un hallazgo que indica que los vasos sanguíneos —incluidos los del riñón— presentan aumento de permeabilidad y disfunción endotelial. Esto no solo afecta la función renal: estudios como HOPE, LIFE y PREVEND han demostrado que incluso incrementos modestos de albúmina urinaria se asocian con mayor riesgo de hipertensión, eventos cardíacos, accidente cerebrovascular y mortalidad cardiovascular.
La prevalencia es especialmente elevada en poblaciones de alto riesgo: 20–40% de personas con diabetes, cerca del 40% de quienes viven con hipertensión no controlada, y una proporción significativa de personas con dislipidemia o síndrome metabólico. En estos grupos, la microalbuminuria suele coexistir con hipertrofia ventricular izquierda, engrosamiento carotídeo y otros signos de daño orgánico.
El vínculo entre microalbuminuria y enfermedad cardiovascular no se explica por un único mecanismo. La evidencia sugiere que la fuga de albúmina a través de la microvasculatura refleja un endotelio alterado y una red vascular más vulnerable, lo que podría favorecer inflamación, estrés hemodinámico y acelerar la progresión de la aterosclerosis.
Dado su impacto pronóstico, las principales guías recomiendan tamizar de manera rutinaria a personas con diabetes tipo 1 y tipo 2, así como a pacientes con hipertensión. El método más práctico es medir la relación albúmina/creatinina en una muestra de orina aislada, preferiblemente matutina. Aunque las tiras reactivas pueden utilizarse como tamizaje inicial, no sustituyen las mediciones específicas que corrigen la concentración de creatinina.
La buena noticia es que la microalbuminuria se puede reducir y, con ello, mejorar el pronóstico renal y cardiovascular. Intervenciones como la pérdida de peso, el ejercicio y el control glucémico ayudan, pero suelen ser insuficientes por sí solas. En cambio, tratamientos dirigidos al sistema renina-angiotensina-aldosterona —incluyendo IECA y ARA-II como irbesartán— han demostrado disminuir significativamente la excreción de albúmina y retrasar la progresión hacia nefropatía establecida. Ensayos como IRMA-2 e IDNT confirman que estos efectos se traducen en menor progresión a insuficiencia renal, menos eventos cardiovasculares y reducción de la mortalidad.
Hoy, la microalbuminuria se reconoce como un marcador temprano, sensible y modificable del riesgo cardiovascular y renal. Su detección sistemática y manejo oportuno permiten intervenir antes de que aparezca daño irreversible, ofreciendo a pacientes y clínicos una ventana crucial para prevenir complicaciones mayores.Nota original: AQUÍ



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