¿Por qué los probióticos son más una promesa que solución a las enfermedades inflamatorias intestinales?

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El microbioma intestinal humano contiene más de 100 billones de microorganismos, superando en número las células del cuerpo.

Aproximadamente tres millones de personas en Estados Unidos padecen de enfermedades inflamatorias intestinales (EII). Las EII engloban enfermedades como la enfermedad de Crohn y la colitis ulcerosa, caracterizadas por episodios crónicos o repetidos de inflamación en el tracto digestivo. Ambas condiciones son el resultado de una compleja interacción de factores genéticos, ambientales y del sistema inmunológico.

De hecho, las terapias actuales para las EII funcionan suprimiendo el sistema inmunológico y reduciendo la inflamación. Sin embargo, la investigación emergente sobre el microbioma humano (que es la comunidad de microorganismos que habitan en nuestro cuerpo) está abriendo nuevas perspectivas para comprender y tratar mejor estas enfermedades. Algunos estudios preliminares están investigando si los probióticos, conocidos por todos como las «bacterias buenas«, pueden ser útiles para las personas con EII.

Las «bacterias buenas» del cuerpo construyen una barrera intestinal vital para los humanos

El microbioma intestinal humano se compone de una vasta comunidad de billones de bacterias, virus, hongos y otros microorganismos que conviven en nuestro intestino. En teoría, el revestimiento del intestino actúa como una barrera que impide que bacterias dañinas y toxinas entren al torrente sanguíneo. Un microbioma saludable ayuda a que esta barrera sea eficaz, permitiendo la absorción de nutrientes mientras bloquea la entrada de bacterias perjudiciales.

Sin embargo, algunos estudios recientes en células humanas y en ratones sugieren que un microbioma saludable también:

  • Produce sustancias que alimentan las células del revestimiento del colon, ayudando a formar una barrera resistente a las bacterias dañinas.
  • Interactúa con las células inmunológicas en el intestino, reduciendo la inflamación intestinal.
  • Estimula la producción de moco en el revestimiento intestinal, proporcionando una capa adicional de protección.

Incluso en estudios con animales, se ha demostrado que un microbioma saludable es esencial para mantener una barrera intestinal efectiva pues los animales criados en laboratorios sin microbioma, o a los que se les ha destruido su microbioma con antibióticos, tienen revestimientos intestinales vulnerables y fáciles de dañar.

¿Qué implica un microbioma desequilibrado? ¡Inflamación y daño!

En realidad, nunca hay un microbioma malo y hasta las «bacterias malas» de nuestro microbioma son necesarias. Más bien lo que nuestro sistema digestivo necesita todo el tiempo es equilibrio. Entonces, ¿Qué sucede si el microbioma no tiene un buen equilibrio entre bacterias beneficiosas y perjudiciales? El revestimiento del intestino puede volverse más permeable, permitiendo que bacterias dañinas y sus toxinas atraviesen la pared intestinal y lleguen al torrente sanguíneo, lo que desencadena inflamación y daño intestinal grave. Este desequilibrio se conoce como disbiosis y es un factor común en las EII, donde la cascada inflamatoria que se genera por la disbiosis es una de las características principales de estas enfermedades.

¿Los probióticos son más una promesa para resolver las EII que una evidencia?

Los probióticos, que son microorganismos vivos presentes en suplementos o alimentos fermentados como el kombucha, kéfir, yogur y chucrut, se han propuesto como una terapia para la EII. La idea es que, al consumir bacterias beneficiosas, se podría restaurar y mantener un microbioma equilibrado, reducir la inflamación y mejorar la barrera intestinal. Pero, ¿qué nos dice la evidencia?

Hasta el momento, no se recomienda de forma rutinaria el uso de probióticos para tratar la EII. Algunos estudios pequeños han comparado probióticos específicos con terapias inmunosupresoras estándar para la EII, midiendo síntomas, tasas de remisión o calidad de vida. Los resultados han sido mixtos:

  • Colitis ulcerosa: Algunos estudios sugieren que ciertas cepas bacterianas, como Bifidobacteria y Lactobacilli, pueden ser algo efectivas para reducir los síntomas, promover la remisión y mejorar la calidad de vida. Sin embargo, estos efectos son modestos en comparación con las terapias estándar, y los probióticos no han demostrado suficiente beneficio como para ser aceptados en la práctica médica general.
  • Pouchitis: Algunas personas con EII necesitan cirugía para extirpar el colon, lo que puede generar inflamación en el intestino delgado restante, que se remodela en una bolsa con forma de «J». Sin embargo, entre el 25% y el 45% de las personas con esta cirugía experimentan inflamación en la bolsa, conocida como pouchitis. Varios estudios muestran que combinar medicación estándar con un probiótico llamado VSL#3 (una mezcla de ocho cepas bacterianas) ayuda a reducir los síntomas y la inflamación de la pouchitis. Esta es la única aplicación aceptada de probióticos en la práctica común para la EII.
  • Enfermedad de Crohn: Los probióticos no se han estudiado tan exhaustivamente en la enfermedad de Crohn como en la colitis ulcerosa. La mayoría de los estudios limitados encontrados no demostraron que los probióticos fueran mejores que el placebo en la reducción de los síntomas o en la promoción de la remisión.

Dieta, fibra y prebióticos: ¿Pueden realmente ayudar en la colitis ulcerosa y enfermedad de Crohn?

Si bien por lo anterior, podría decirse que es un tema incierto, está comprobado que la dieta sí altera la composición y actividad de nuestro microbioma, incluso si no consumimos alimentos ricos en probióticos como el yogur. Esto se da porque las bacterias intestinales que descomponen la fibra dietética son clave para mantener un microbioma saludable y una dieta rica en fibra, por ejemplo, aumenta el número de estas bacterias y sus efectos antiinflamatorios y beneficiosos.

Incluso, la dieta mediterránea, que implica el consumo de verduras ricas en fibra, cereales integrales y legumbres, podría reducir de manera modesta los síntomas y los marcadores de inflamación en la EII. Aunque estos efectos son pequeños y no consistentes de manera científica porque la dieta mediterránea mejora la salud general de las personas, con o sin EII. Por esta razón, la Asociación Americana de Gastroenterología la recomienda como dieta para las personas con EII.

Lo cierto es que si bien la evidencia sugiere que los probióticos podrían ser una herramienta útil en el tratamiento de la EII en el futuro, la complejidad del microbioma implica que no exista aún una solución única para todos los pacientes. Aún hay muchas preguntas por resolver: ¿Qué cepas de bacterias deberíamos «alimentar»? ¿Cómo podemos determinar la mejor combinación de probióticos para obtener el máximo beneficio? Dado que el microbioma de cada persona es único, ¿Es un enfoque personalizado el más adecuado? ¿Cómo podemos definir la dosis y la formulación ideales de los probióticos?

Y hasta que estas preguntas se respondan, los probióticos y prebióticos seguirán siendo solo estrategias complementarias en el tratamiento de las EII, junto con las terapias inmunosupresoras estándar para los pacientes.

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