Suspensión masiva de ensayos clínicos por recortes de fondos en EE. UU.

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Los recortes a la financiación del NIH han puesto en riesgo proyectos internacionales clave y tratamientos experimentales para enfermedades como el VIH.

Los recortes a la financiación de la investigación biomédica en Estados Unidos han generado una ola de consecuencias que traspasa fronteras. En un solo día, el Botswana Harvard Health Partnership, un centro de investigación con cerca de 300 empleados, pasó de ser un referente mundial a entrar en modo de crisis.

El 15 de mayo de 2025, el profesor Roger Shapiro, de la Escuela de Salud Pública T.H. Chan de Harvard, perdió junto a su equipo siete subvenciones del Instituto Nacional de Salud (NIH), que financiaban 11 ensayos clínicos, personal, mentorías y pacientes inscritos en esos estudios.

“Construyes un programa de investigación que toma décadas en consolidarse y se derrumba en un solo día”, lamentó Shapiro. Entre sus mayores preocupaciones se encuentran los 12 niños con VIH que esperaban la siguiente dosis de un tratamiento experimental que había mostrado resultados prometedores como posible cura funcional para la enfermedad.

Un golpe sin precedentes a la investigación médica

Desde enero de 2025, la administración del presidente Donald Trump ha congelado o cancelado más de 5.100 subvenciones del NIH, según datos de Grant Witness, un proyecto independiente que monitorea estas decisiones. La pérdida total estimada supera los 4.500 millones de dólares en fondos de investigación. Hasta el 1 de septiembre, solo 1.295 subvenciones habían sido restablecidas.

El impacto no se limita a Estados Unidos. De acuerdo con TrialsTracker, al menos 148 ensayos clínicos internacionales han sido interrumpidos, afectando a más de 138.000 pacientes inscritos o en proceso de reclutamiento. Estas cifras, advierten los expertos, podrían ser aún mayores, pues muchos estudios no han reportado oficialmente su suspensión.

Ciencia en pausa y profesionales al límite

Seis científicos consultados por Nature Medicine describen un escenario de incertidumbre, despidos y trabajo voluntario para intentar mantener sus proyectos activos.
Algunos equipos han debido reducir o suspender sus ensayos clínicos, mientras otros continúan sus actividades sin remuneración, a la espera de una eventual reactivación de fondos.

La oficina de prensa del NIH declinó emitir comentarios sobre las preocupaciones expresadas por los investigadores.

Los recortes no solo representan una crisis financiera, sino también una amenaza directa al progreso científico y al bienestar de miles de pacientes que dependen de terapias experimentales.
Para centros como el de Botswana, el daño va más allá de lo económico: implica años de colaboración internacional y confianza entre comunidades médicas y participantes que podrían perderse irremediablemente.

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