Un reciente estudio realizado en tres centros de salud de atención primaria en La Rioja —con cobertura urbana, semiurbana y rural— ha revelado una preocupante situación nutricional entre los adultos mayores de la comunidad.
La investigación, que incluyó a 409 personas de 65 años o más, evaluó la presencia de desnutrición, obesidad y los determinantes asociados a ambos trastornos, arrojando cifras que exigen atención urgente por parte del sistema sanitario.
Los resultados muestran que el 18,7 % de los participantes presenta desnutrición o riesgo de padecerla, mientras que un alarmante 66,5 % tiene obesidad o riesgo de desarrollarla. Estas cifras evidencian que tanto el déficit como el exceso de peso son problemas frecuentes entre los mayores autónomos y reflejan un deterioro general del estado nutricional en este segmento de la población.
La investigación utilizó herramientas validadas como el Mini Nutritional Assessment Short Form (MNA-SF®) y el índice de masa corporal (IMC), complementadas con un análisis detallado de variables sociodemográficas, de salud, estilo de vida y condiciones metabólicas.
Entre los factores que más se asociaron con la desnutrición se encuentran la polifarmacia, la dislipemia, el sedentarismo y la presencia de patología mental, con odds ratios que oscilan entre 1,72 y 3,09. Estos datos confirman que la desnutrición está estrechamente ligada a problemas de salud crónicos, limitaciones funcionales y deterioro psicosocial.
En el caso de la obesidad, los determinantes más relevantes fueron el riesgo cardiovascular, la edad avanzada, el consumo excesivo o moderado de alcohol, la hipertensión arterial y una baja adherencia a la dieta mediterránea, todos ellos con odds ratios superiores a 1,8.
Estos hallazgos apuntan a que la obesidad en la vejez no solo responde a hábitos alimentarios poco saludables, sino también a una acumulación de riesgos metabólicos y clínicos a lo largo del tiempo.
Los autores del estudio subrayan la importancia de implementar estrategias de cribado nutricional en adultos mayores que permitan detectar precozmente situaciones de riesgo y orientar intervenciones adaptadas.
Este estudio pone sobre la mesa un reto para la atención primaria: incorporar la evaluación nutricional como parte habitual del seguimiento a las personas mayores, una medida sencilla que puede marcar la diferencia en su bienestar y funcionalidad a largo plazo.
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