¿Puede el ayuno intermitente retrasar la demencia? Esto reveló una investigación

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El ayuno intermitente se ha asociado con una mayor presencia de bacterias intestinales beneficiosas.

Una reciente revisión publicada en Nutrients revela que el ayuno intermitente, puede desencadenar efectos protectores en el cerebro, al reducir la carga de proteínas tóxicas, favorecer la función sináptica y equilibrar las respuestas inmunes y gliales. Estas adaptaciones se han observado principalmente en estudios preclínicos, aunque comienzan a emerger algunas evidencias clínicas.

Intestino y cerebro, una conexión clave

El ayuno intermitente se ha asociado con una mayor presencia de bacterias intestinales beneficiosas, productoras de metabolitos como los ácidos grasos de cadena corta (AGCC), cruciales para la comunicación entre el intestino y el cerebro. Estas bacterias, como Eubacterium rectale, Roseburia spp. y Anaerostipes spp., contribuyen a una mayor densidad sináptica en el hipocampo y a la reducción de la fosforilación de la proteína tau, relacionada con el Alzheimer.

Además, el ayuno estimula la producción de serotonina y otros compuestos neuromoduladores a través de la regulación de vías como la del triptófano. También mejora la integridad del epitelio intestinal, lo cual ayuda a prevenir la inflamación sistémica causada por endotoxinas.

Reloj biológico, inflamación y neuroprotección

La neuroinflamación es sensible a los ritmos circadianos. Cuando hay desequilibrio en los horarios de alimentación, aumenta la inflamación en el hipotálamo. El ayuno puede restaurar esta homeostasis, regular la expresión de genes inflamatorios como lipocalina-2, y mejorar el funcionamiento de las mitocondrias, responsables de la energía celular.

El cuerpo también cambia su fuente principal de energía bajo el ayuno intermitente, pasa de la glucosa a cuerpos cetónicos como el β-hidroxibutirato (BHB), que protege las neuronas gracias a su efecto antioxidante y su rol en el eje intestino-cerebro. Estos efectos podrían explicar mejoras cognitivas observadas en modelos animales con Alzheimer y epilepsia.

A pesar de su potencial, implementar el ayuno en la práctica clínica aún enfrenta retos. En adultos mayores o personas con deterioro cognitivo, puede aumentar el riesgo de hipoglucemia, deshidratación o déficit nutricionales. Para facilitar su manejo, se proponen herramientas digitales, recordatorios automatizados o guías personalizadas supervisadas por profesionales.

La tendencia actual apunta hacia el “ayuno de precisión”, adaptado a ritmos circadianos individuales y características genéticas, epigenéticas y del microbioma. Esta estrategia podría beneficiar especialmente a quienes sufren trastornos neurodegenerativos, que suelen presentar ritmos biológicos alterados.

Por otro lado, combinar el ayuno intermitente con ejercicio físico ha demostrado beneficios sinérgicos sobre la salud cerebral en estudios preliminares. Esta estrategia multimodal podría ser clave en el tratamiento integral de enfermedades como el Alzheimer y el Parkinson, donde los enfoques únicos suelen ser insuficientes.

¿Un futuro prometedor?

Aunque los hallazgos son alentadores, la mayoría proviene de estudios en animales. Se requieren ensayos clínicos robustos, a largo plazo y con diseño estratificado para evaluar realmente la eficacia del ayuno intermitente en humanos. Aun así, esta estrategia comienza a perfilarse como una herramienta escalable dentro de la medicina personalizada para preservar la salud cerebral.

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