Autor: Dr. Pablo Rodríguez Ortiz, director médico del Hospital de Trauma de la Administración de Servicios Médicos (ASEM).
El trauma es la principal causa de muerte en niños, adolescentes y adultos jóvenes en Puerto Rico. Como Director Médico del Hospital de Trauma, he visto de cerca cómo esta realidad marca la vida de miles de familias.
No se trata solo de cifras: detrás de cada accidente vehicular, cada caída y cada acto de violencia, hay historias de sueños interrumpidos y comunidades golpeadas. El trauma es, sin duda, nuestra enfermedad silente más devastadora.
Puerto Rico enfrenta, además, una vulnerabilidad única: vivimos en una zona sísmica y expuesta a huracanes. Nuestro sistema de salud debe estar preparado no solo para la cotidianidad del trauma, sino también para emergencias masivas que pueden dejar a la población desprotegida en cuestión de minutos. En este contexto, un Centro de Trauma sismo-resistente adquiere un valor estratégico trascendental.
Un hospital de trauma con capacidad de resistir terremotos y mantener operaciones esenciales no es simplemente infraestructura moderna: es un seguro de vida colectivo. Significa garantizar la continuidad de los servicios críticos aún en medio de un desastre natural.
En situaciones de catástrofe, la primera línea de defensa es la atención médica inmediata y organizada, y la resiliencia estructural asegura que esa defensa nunca se interrumpa.
Más allá de lo estructural, este nuevo centro permitirá avanzar hacia la verificación Nivel I del American College of Surgeons Committee on Trauma (ACS-COT). Cumplir con sus estándares significa disponibilidad permanente de cirujanos de trauma y subespecialistas, acceso inmediato a quirófanos y diagnósticos avanzados, así como programas formales de calidad y rehabilitación temprana.
La evidencia es clara: un estudio clásico publicado en The New England Journal of Medicine (MacKenzie et al., 2006) demostró que los pacientes atendidos en centros de trauma verificados por el ACS tienen significativamente menor mortalidad que aquellos tratados en hospitales no certificados.
Desde la perspectiva de salud pública, el impacto será inmenso. Un centro de trauma resiliente no sólo salvará más vidas, sino que reducirá discapacidad permanente, disminuirá costos al sistema y fortalecerá la confianza ciudadana en que Puerto Rico puede ofrecer cuidado médico de excelencia incluso en sus horas más difíciles.
Este nuevo Centro de Trauma no es un lujo: es un compromiso de país. La decisión de construirlo es, en esencia, decidir salvar vidas y garantizar que Puerto Rico esté preparado para su futuro.