En el marco del Foro de Innovación Cardiovascular 2025, el doctor Héctor Santiago, cardiólogo y presidente de la Sociedad Cardiovascular de Noroeste, destacó los avances más relevantes en el manejo de los anticoagulantes y los retos que aún persisten para médicos y pacientes.
El especialista señaló que uno de los cambios más significativos ha sido la llegada de los anticoagulantes orales de acción directa. “Previamente, en cuanto a anticoagulación oral, solamente contábamos con warfarina. Y ahora tenemos estos anticoagulantes que son mucho más fáciles de utilizar. Además, el monitoreo que requieren es mucho más sencillo para los pacientes”, afirmó.
Sobre la selección del tratamiento más adecuado, explicó que la warfarina aún conserva un lugar en casos muy específicos. “La gran mayoría de nuestros pacientes ahora están en anticoagulantes directos orales. ¿Qué pacientes no van a recibirlos? Usualmente, los que tienen una válvula mecánica o fibrilación atrial con estenosis mitral moderada o severa”, precisó.
En cuanto al reto de balancear riesgos y beneficios, resaltó la importancia de individualizar cada caso: “Tenemos que evaluar cada paciente individualmente. Contamos con herramientas como el score CHA₂DS₂-VASc para estimar el beneficio y el score HAS-BLED para valorar el riesgo de sangrado. Uno tiene que sobrepesar riesgos y beneficios para determinar si el paciente se va a anticoagular o no”.
El doctor también destacó nuevas alternativas para quienes no pueden recibir anticoagulación oral. “Ahora tenemos procedimientos como el Watchman, que cierra el apéndice atrial izquierdo y evita la formación de trombos en pacientes con fibrilación atrial, reduciendo la necesidad de anticoagulantes a largo plazo”, explicó.
Respecto al ajuste de dosis en pacientes con insuficiencia renal o hepática, detalló: “En rivaroxabán, si la función renal está por debajo de 50, ajustamos de 20 a 15 miligramos. Con apixaban, consideramos tres factores: creatinina mayor o igual a 1.5, edad mayor o igual a 80 años y peso menor o igual a 60 kilos. Si el paciente cumple dos de esos tres criterios, se ajusta la dosis a 2.5 miligramos dos veces al día”.
Sobre la percepción social de la warfarina, aclaró: “La gente le coge miedo porque se usa como veneno de ratón. Pero es un antagonista de la vitamina K que se ha usado por muchos años para anticoagular. El problema sigue siendo que hay que ajustar la dosis con base en la dieta y el metabolismo, además del monitoreo frecuente”.
En procedimientos quirúrgicos, insistió en seguir las guías clínicas: “En pacientes con warfarina, se debe detener al menos cuatro días antes de una cirugía mayor. En cambio, los anticoagulantes directos orales se suspenden 24 a 48 horas antes, lo que los hace más prácticos”.
La clave, subrayó, sigue siendo la comunicación con los pacientes. “No es dar el medicamento y nos vemos. Hay que explicarle al paciente lo que tiene que hacer, sobre todo porque tratamos con una población envejeciente”, señaló.
Como mensaje final mencionó que “lo más importante es mantenerse al día con la educación médica. Ya sea a través de congresos, literatura científica o incluso plataformas digitales, la información está disponible. La educación es lo más importante. Mantenerse al día”.