Cada año, millones de personas en América Latina enfrentan el desafío de tratar heridas crónicas como úlceras por presión, quemaduras y complicaciones postoperatorias, que afectan gravemente su calidad de vida.
Frente a esta problemática, la terapia de presión negativa emerge como una alternativa innovadora que está revolucionando el cuidado de las heridas, al reducir significativamente las infecciones y complicaciones quirúrgicas.
Conversamos con Carolina Hoyos, especialista clínico de la compañía Solventum, para entender el impacto de esta tecnología en la medicina moderna y su implementación en Colombia y la región.
Una implementación retadora pero exitosa en Colombia y la región
En Colombia, la terapia de presión negativa ha ganado espacio en hospitales y clínicas tanto públicas como privadas. Su adopción, aunque desafiante, ha sido progresiva.
“Llevamos años trabajando con equipos clínicos para garantizar que esta tecnología esté acompañada de educación continua. Formamos especialistas, estandarizamos protocolos y nos enfocamos en que el dispositivo se adapte a cada paciente, a cada tipo de herida”, comentó Hoyos.
El impacto positivo se ha extendido también a otros países de Latinoamérica. “Hoy estamos presentes en instituciones donde antes ni siquiera se conocía esta tecnología. Y la evidencia nos respalda: menos infecciones, menos días de hospitalización, y más calidad de vida para los pacientes”.
Un futuro prometedor
Con una proyección de crecimiento global del 6,8% anual hasta 2030, la doctora Hoyos asegura que esta terapia se encamina a consolidarse como un estándar de cuidado en la región.
“Esta tecnología representa un cambio de paradigma. Es eficaz, sostenible y está alineada con políticas ambientales. Además, salva vidas y reduce los costos hospitalarios”, dijo Hoyos. “Estamos comprometidos con la innovación y la responsabilidad social. Formamos parte de un ecosistema de salud que busca soluciones reales y efectivas para nuestros pacientes”.
¿Cómo integrar esta tecnología en instituciones de salud?
También explica que cualquier hospital interesado en implementar esta terapia debe comenzar con un análisis interno: “Lo primero es identificar el tipo de heridas más frecuentes en su institución. Luego, evaluar cuáles dispositivos del portafolio pueden resolver esas necesidades.
A partir de ahí se deben construir guías clínicas, protocolos y formar al personal médico y a los auditores internos y externos sobre los beneficios de esta intervención”, concluyó.