El Dr. Javier Morales, infectólogo puertorriqueño con décadas de experiencia en la lucha contra el VIH, nos invita a un recorrido por la historia de esta enfermedad, desde sus primeros casos hasta los avances médicos que hoy permiten a las personas vivir una vida plena.
Era la década de 1980 cuando, por primera vez, comenzaron a aparecer casos en Puerto Rico de pacientes con un sistema inmunológico devastado. Infecciones oportunistas, hongos en la boca, virus en los ojos y el cerebro eran síntomas visibles de un mal que desconcertaba a los médicos. El paciente al que el Dr. Morales recuerda como el primero diagnosticado en Puerto Rico en 1978 era un hombre heterosexual, un ingeniero que había trabajado en África, y su historia marcó el inicio de lo que sería una batalla global.
No fue hasta el 1987 que ese diagnóstico de VIH se confirmó como el primer caso a raíz de un suero que se había guardado en el Hospital de Veteranos de Puerto Rico, aunque para el 1982 y 1983 ya se habían iniciado las pruebas diagnosticas para esta condición.
En esa época, el VIH no solo representaba una amenaza mortal, sino también el miedo y el rechazo. “Los pacientes morían prácticamente solos. Conseguir un especialista para tratar el VIH era casi imposible, ya que el miedo al virus era tan grande que muchos profesionales se negaban a brindar atención”, relata el Dr. Morales. Sin embargo, a pesar de la desesperación, se comenzaron a realizar avances importantes.
A mediados de los años 90, llegaron los inhibidores de proteasas, los cuales representaron un hito, aunque los pacientes debían tomar hasta 24 pastillas al día. No fue sino hasta el año 1997 que apareció el primer medicamento capaz de controlar el virus con una sola dosis diaria. “Ese fue el primer gran cambio. Ya no estábamos luchando solo contra las infecciones oportunistas, sino contra el mismo virus”, explica el médico.
Para el 2006, la ciencia había dado otro paso importante con la formulación de medicamentos combinados en una sola pastilla, y poco después los inhibidores de integración, una clase de medicamentos que bloquea al VIH antes de que se integre al ADN de las células. Estos medicamentos han marcado una gran diferencia, permitiendo a los pacientes llevar una vida más normal.
Hoy, la realidad es otra: los pacientes con VIH pueden recibir medicamentos inyectables una vez al mes y, en un futuro cercano, podría existir la posibilidad de tratamientos orales que se administren una vez por semana. “Ya nadie muere de VIH. Ahora, los pacientes viven con VIH, y es probable que mueran por causas no relacionadas, como enfermedades del corazón, cáncer o accidentes”, asegura el Dr. Morales.
Y más allá de las terapias convencionales, el futuro se vislumbra aún más prometedor. Los avances en la inmunoterapia, similares a los utilizados para el tratamiento de cáncer, están demostrando resultados esperanzadores al atacar las células infectadas de forma más precisa, lo que podría llevar a una remisión permanente en algunos pacientes.
El Dr. Morales concluye con un mensaje de esperanza: «El VIH ya no es un signo de muerte, sino de vida. Hoy, los pacientes pueden trabajar, viajar y vivir de manera normal, tomando una medicina, al igual que los diabéticos o los hipertensos».
En este Día Nacional del VIH, podemos celebrar no solo los avances médicos, sino también la vida y la esperanza renovada de quienes viven con el virus, gracias a la ciencia y al incansable esfuerzo de los profesionales de la salud.