Mientras las cifras globales de obesidad siguen creciendo, la mayoría de los países del mundo carece de planes o políticas eficaces para hacer frente a esta epidemia silenciosa. Así lo advirtió la Federación Mundial de Obesidad en su más reciente informe, Atlas 2025. El número de adultos con obesidad se duplicará entre 2010 y 2030, pasando de 524 millones a más de 1.130 millones de personas.
El informe señala que dos tercios de los países no han implementado ni siquiera las medidas básicas para enfrentar el problema, como el etiquetado nutricional claro, impuestos a productos ultraprocesados, entornos que promuevan la actividad física o sistemas de salud preparados para brindar atención especializada.
La obesidad, advierten los expertos, no es un problema individual, sino un desafío estructural y social que está contribuyendo a 1,6 millones de muertes prematuras cada año por enfermedades no transmisibles como diabetes tipo 2, enfermedades cardiovasculares y cáncer.
Obesidad: la enfermedad silenciosa que va más allá del peso
Aunque durante años fue vista sólo como una cuestión estética o de voluntad, la obesidad hoy se reconoce como una enfermedad crónica, compleja y prevenible, que puede desencadenar múltiples complicaciones. Así lo explicó la doctora Paola Mansilla Letelier, endocrinóloga de adultos y presidenta de la Sociedad para la Obesidad y Síndromes Asociados quien destaca la urgencia de tratar la salud más allá del aspecto físico.
“Antes no se consideraba una enfermedad. Hoy en día sí. Es una enfermedad como cualquier otra y causa complicaciones a largo plazo”, enfatizó. La especialista detalló que existen múltiples causas detrás del aumento de peso, desde factores genéticos como el hipotiroidismo o la resistencia a hormonas como la leptina y la grelina (relacionadas con el apetito), hasta hábitos como el mal dormir, el consumo de alimentos ultraprocesados o incluso el estrés y la ansiedad.
Entre las consecuencias más comunes de la obesidad, la doctora Mansilla destacó la resistencia a la insulina y el desarrollo de diabetes tipo 2: “Mientras más peso tenemos, los receptores se van afectando. Mientras más grasita hay, va tapando los receptores. No se puede guardar el azúcar adecuadamente y eso causa daño en diferentes órganos”.
Para la doctora, es urgente dejar de ver la obesidad desde el juicio social y entenderla como una condición clínica. “No hay que tratar el peso, hay que tratar la salud. Si la empezamos a tratar como enfermedad y no como estigma social, vamos a tener mejores resultados”.
Además de cambios en el estilo de vida y alimentación, existen tratamientos médicos y farmacológicos que pueden ser considerados, especialmente en pacientes con un índice de masa corporal (IMC) superior a 27 con comorbilidades o de 30 sin ellas. Sin embargo, advierte que cada terapia debe ser individualizada y acompañada por un especialista en obesidad:
“No se trata de llegar y decir ‘ponme semaglutide o tirzepatide’. Si no se enseña al paciente cómo tratar su condición, la enfermedad va a seguir. Los medicamentos son herramientas, no la solución completa”. También destacó la importancia de usar otras métricas además del IMC para evaluar la salud metabólica, como la bioimpedancia o la circunferencia de cintura.