Una mujer de 58 años acudió a una clínica de alergias con un cuadro clínico que, en apariencia, podía parecer común: urticaria con ronchas diarias, prurito y sensación de ardor. Sin embargo, tras dos años de evolución, múltiples intentos de tratamiento y la aparición de síntomas sistémicos, el caso ha despertado el interés médico por su complejidad y por los desafíos diagnósticos que plantea.
Según el informe clínico, la paciente no tenía antecedentes de enfermedades alérgicas ni reumáticas. Las lesiones cutáneas —ronchas que aparecían por la noche y desaparecían sin dejar marcas— persistían a diario desde hacía dos años. A estas se sumaron síntomas sistémicos como fatiga constante, dolor articular en varias zonas (manos, pies, hombros y rodillas), dolores musculares, fiebre intermitente superior a 38,5 °C y escalofríos frecuentes.
Aunque inicialmente fue diagnosticada con urticaria crónica espontánea y tratada con antihistamínicos H1 de segunda generación en dosis elevadas, no hubo mejora significativa. El uso de glucocorticoides orales a dosis altas logró controlar temporalmente los síntomas, lo que sugiere que el proceso inflamatorio subyacente respondía a inmunosupresión, aunque los síntomas reaparecieron al suspender la medicación.
El examen físico no mostró signos de inflamación articular, linfadenopatías ni afectación visceral, aunque sí urticaria extensa en todo el cuerpo, exceptuando el rostro, palmas, plantas y zona genital. Los estudios de laboratorio revelaron un nivel elevado de proteína C reactiva (PCR) de 20,9 mg/L, lo que indica inflamación activa, mientras que el hemograma, la función renal y hepática, y los marcadores autoinmunes habituales fueron normales.
Una biopsia cutánea fue clave para profundizar en el diagnóstico: mostró una infiltración dérmica densa de neutrófilos, sin vasculitis ni inflamación vascular, hallazgo que orienta hacia un trastorno autoinflamatorio, más que una simple alergia o enfermedad autoinmune clásica.
Este cuadro clínico podría corresponder a un síndrome autoinflamatorio neutrofílico, como el síndrome de urticaria crónica asociada a inflamación sistémica (también conocido como síndrome de Schnitzler sin componente monoclonal), aunque se requiere una evaluación más exhaustiva para confirmar el diagnóstico.
El caso pone de relieve la importancia de considerar enfermedades inflamatorias sistémicas en pacientes con urticaria crónica que no responden a tratamientos estándar y presentan síntomas constitucionales. El abordaje diagnóstico multidisciplinario y la sospecha clínica son claves para evitar retrasos en el tratamiento adecuado y mejorar la calidad de vida del paciente.
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