La búsqueda de terapias capaces de frenar el avance del Parkinson ha dado un nuevo paso con el desarrollo de péptidos de hélice corta que podrían estabilizar una de las proteínas más implicadas en la enfermedad: la alfa-sinucleína.
Investigadores de distintos centros especializados en neurociencias reportaron que estos pequeños fragmentos de proteína, diseñados en laboratorio, logran impedir el mal plegamiento y la agregación tóxica de la alfa-sinucleína, proceso que desencadena la muerte de las neuronas dopaminérgicas responsables del control del movimiento.
Hasta ahora, los tratamientos para el Parkinson han estado centrados principalmente en aliviar los síntomas motores, como los temblores o la rigidez muscular, pero no en detener la progresión del daño cerebral. En ese contexto, este avance representa una nueva estrategia terapéutica dirigida a la raíz molecular de la enfermedad.
En los ensayos de laboratorio, los péptidos helicoidales mostraron una alta afinidad por las regiones críticas de la alfa-sinucleína, evitando que adopte configuraciones anormales que tienden a acumularse y formar los característicos cuerpos de Lewy. Los resultados mostraron una reducción significativa de los agregados proteicos y una mejor preservación de la viabilidad neuronal, hallazgos que respaldan su potencial como agentes neuroprotectores.
Los autores destacan que los péptidos de hélice corta ofrecen ventajas frente a otras moléculas experimentales: son más estables, selectivos y menos propensos a desencadenar efectos secundarios. Su estructura compacta y modular permite además ajustar su diseño químico para mejorar su penetración celular y su acción terapéutica.
Aunque los resultados son aún preclínicos, los investigadores consideran que esta aproximación podría abrir una vía innovadora no solo para el Parkinson, sino también para otras enfermedades neurodegenerativas asociadas con el mal plegamiento de proteínas, como el Alzheimer o la esclerosis lateral amiotrófica (ELA).
El próximo desafío será demostrar que estos péptidos pueden mantener su estabilidad en el organismo y atravesar la barrera hematoencefálica, una de las principales limitaciones de las terapias destinadas al sistema nervioso central. Si los estudios en modelos animales confirman su seguridad y eficacia, podría tratarse de uno de los avances más prometedores en la medicina de precisión aplicada a los trastornos neurodegenerativos.
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