La resistencia a los antimicrobianos se ha convertido en uno de los mayores retos para la salud pública mundial. El Dr. Max Brito, profesor de Medicina e Infectología en la Universidad de Illinois en Chicago, y el Dr. Alfredo Mena Lora, profesor asistente de Medicina y director del Programa de Residencia de Infectología en la misma institución, analizan las graves implicaciones de este fenómeno a nivel global.
La resistencia a los antimicrobianos está creciendo de manera alarmante, con un aumento en infecciones graves causadas por organismos resistentes a los antibióticos.
Según el Dr. Mena, las cifras son preocupantes: en 2019, las muertes atribuibles a estas infecciones alcanzaron 1.27 millones a nivel mundial, un número que aumentó un 15-20% tras la pandemia de COVID-19. Aunque no se tienen cifras globales exactas, la CDC de EE. UU. ha reportado un incremento significativo durante la pandemia.
Ambos expertos señalan que la crisis sanitaria desvió recursos esenciales hacia el tratamiento del COVID-19, lo que resultó en una mayor negligencia hacia otros problemas de salud pública, como la resistencia a los antimicrobianos.
El uso excesivo de antibióticos en pacientes con COVID-19, de los cuales solo el 1% presentaba coinfecciones bacterianas, ha agravado la situación, con un 80% de los pacientes recibiendo antibióticos.
El Dr. Mena también resalta las diferencias en la epidemiología de la resistencia antibacteriana entre EE. UU. y Latinoamérica. Mientras que en EE. UU. el problema es principalmente hospitalario, en Latinoamérica las tasas de resistencia superan el 30%, 40% e incluso el 50% en algunas infecciones.
Este fenómeno se debe en parte a la facilidad con la que se pueden obtener antibióticos sin receta en muchos países, y a la presión que los médicos reciben para recetar antibióticos innecesarios.
En cuanto a soluciones, se destacan los programas de administración de antibióticos (PROA) y la restricción de antibióticos en hospitales. Estos programas no solo son efectivos en la reducción de la resistencia, sino también rentables, al disminuir los costos asociados con el uso excesivo de antibióticos y las hospitalizaciones prolongadas.
Finalmente, se menciona el uso de bacteriófagos como una posible alternativa a los antibióticos tradicionales y la importancia de incentivar a las farmacéuticas a desarrollar nuevos antibióticos, como lo sugiere el «ACTO Paster» propuesto en el Congreso de EE. UU.