La Dra. Maribel Campos Rivera, investigadora principal del Puerto Rico Consortium for Clinical Investigation y fundadora de la clínica Emergemos en el Centro de Medicina Integrativa, ofreció un análisis profundo sobre los retos que enfrenta el sistema de salud en Puerto Rico, particularmente en torno al valor que se le otorga al cuidado preventivo, las prácticas culturales que influyen en la percepción de la salud, y el rol de la investigación clínica en la isla.
Según explicó la doctora, una de las principales preocupaciones es la fractura en el acceso y continuidad del cuidado preventivo, especialmente en la población pediátrica. En el pasado, los servicios de vacunación se ofrecían regularmente en la oficina del pediatra, lo que facilitaba el monitoreo del desarrollo del niño, permitía educar a las familias sobre los cambios esperados en cada etapa de crecimiento y fortalecía la relación médico-paciente.
Hoy, según refiere la especialista, estos servicios han migrado a otros entornos más orientados al manejo de condiciones agudas, lo cual limita la oportunidad de abordar aspectos fundamentales como el desarrollo saludable, las condiciones crónicas emergentes y la educación anticipada.
“Cada vez vemos más condiciones que antes eran consideradas propias de adultos, como la diabetes tipo 2, aparecer en la infancia. Esto es reflejo de que no se han alcanzado los esfuerzos adecuados de prevención primaria”, advirtió la doctora.
Para Campos Rivera, el reto no es solo educativo, sino también de conciencia colectiva. “Hay una diferencia entre simplemente recibir información y desarrollar una verdadera conciencia de salud. Necesitamos reflexionar sobre dónde estamos y por qué hay una brecha entre lo que debería ser y lo que realmente está ocurriendo en nuestras comunidades”, afirmó.
La especialista también señaló que factores culturales profundamente arraigados—como la creencia de que el cumplimiento del tratamiento farmacológico es suficiente—limitan la visión integral del autocuidado. “Tomarse los medicamentos es parte del tratamiento, pero no es el todo. Hacerse dueño de ese proceso de salud implica integrar la alimentación, la actividad física y la salud emocional”, indicó.
El sedentarismo, por ejemplo, representa uno de los factores de riesgo más significativos en todas las etapas de la vida, comparable incluso con el consumo de sustancias como el tabaco. “Hemos perdido espacios seguros para la actividad física, especialmente entre niños y jóvenes. Si no tenemos una cultura que valore el movimiento como parte esencial de la salud, no estamos atendiendo las raíces del problema”, enfatizó.
En cuanto a la percepción generacional sobre la medicina moderna, la doctora explicó que la era digital ha transformado al paciente en un consumidor informado, a veces sobreinformado. “Muchos llegan a la consulta preguntando por un tratamiento que vieron en redes o en un anuncio. A veces la información es buena, otras veces no, y ahí el reto está en el diálogo médico-paciente”, comentó.
Sobre los retos que enfrenta la investigación clínica en Puerto Rico, Campos Rivera destacó la importancia de comprender y respetar los trasfondos culturales de las comunidades participantes.
“No basta con tener el conocimiento científico. Hay que escuchar a la comunidad, adaptar el lenguaje y los métodos, y no asumir que el experto siempre sabe lo que el otro necesita”, explicó. También subrayó la necesidad de aclarar requisitos de seguridad que, aunque necesarios para proteger a los participantes, pueden ser malinterpretados, como el uso obligatorio de anticonceptivos en estudios clínicos con mujeres en edad reproductiva.
Finalmente, la doctora reconoció que elementos como la espiritualidad y la religión también influyen en las decisiones médicas. “Las creencias de una persona o familia no se pueden dejar fuera de la ecuación. Las comunidades de fe, de hecho, pueden ofrecer un capital social valioso, apoyo emocional y recursos para quienes están atravesando procesos de salud complejos”, concluyó.