La terapia cognitivo-conductual para el insomnio (TCC-I) se consolida como una intervención eficaz y segura para el manejo del insomnio en personas con enfermedades crónicas, según una reciente revisión sistemática y metaanálisis que analizó 67 ensayos clínicos aleatorizados con un total de 5,232 participantes.
El estudio, publicado en 2025, evaluó la efectividad y la aceptación de la TCC-I en adultos con condiciones crónicas como cáncer, dolor persistente, enfermedades cardiovasculares, síndrome del intestino irritable y accidente cerebrovascular, entre otras.
Los resultados revelan que esta intervención no solo mejora significativamente la gravedad del insomnio, sino también la eficiencia del sueño y la latencia del inicio del sueño, con tamaños de efecto de moderados a grandes.
Resultados
De acuerdo con el metaanálisis, la TCC-I se asoció con mejoras notables en:
- Gravedad del insomnio (g = 0.98; IC 95%: 0.81–1.16)
- Eficiencia del sueño (g = 0.77; IC 95%: 0.63–0.91)
- Latencia del inicio del sueño (g = 0.64; IC 95%: 0.50–0.78)
Además, los investigadores observaron que tratamientos más prolongados producían mejores resultados en la eficiencia del sueño y la reducción del tiempo para conciliarlo.
La tasa media de abandono fue baja (13.3%), lo que refleja una alta aceptación y satisfacción por parte de los pacientes. Los efectos adversos relacionados con la terapia fueron poco frecuentes y de baja intensidad, reforzando su perfil de seguridad.
Un enfoque integral y sin fármacos
La TCC-I combina estrategias de modificación de pensamientos y conductas que perpetúan el insomnio, junto con técnicas de higiene del sueño y control de estímulos.
Su eficacia, según los autores, demuestra que las intervenciones psicológicas no farmacológicas pueden ser igual o más efectivas que los medicamentos, especialmente en personas con enfermedades crónicas, donde los tratamientos farmacológicos pueden generar interacciones o efectos secundarios no deseados.
Implicaciones clínicas
El estudio concluye que la TCC-I debe considerarse el tratamiento de primera línea para el insomnio, incluso en pacientes con condiciones médicas complejas. Los investigadores recomiendan ampliar el acceso a este tipo de terapia en entornos clínicos y explorar adaptaciones para grupos específicos de pacientes.
Fuente consultada: AQUÍ