Cada año, millones de personas en América Latina padecen heridas crónicas difíciles de tratar, entre ellas úlceras por presión, quemaduras, lesiones quirúrgicas infectadas y complicaciones postoperatorias.
En este escenario, la terapia de presión negativa se consolida como una solución revolucionaria que ha demostrado reducir infecciones quirúrgicas en un 13% y otras complicaciones en un 12%, marcando un antes y un después en la medicina moderna.
Para conocer más sobre esta tecnología, hablamos con Carolina Hoyos, especialista clínico de la compañía Solventum, quien nos explicó cómo esta terapia ha transformado la atención de pacientes con heridas complejas.
“La terapia de presión negativa, aunque no es nueva, porque cumple 30 años de evolución como tecnología, representa un avance innovador en el tratamiento de heridas complejas, incluyendo las quemaduras”, afirmó Hoyos.
“Consiste en un sistema de espumas que se colocan en el lecho de la herida y que están conectadas a una unidad de terapia que genera vacío. Esta succión permite disminuir el edema, reducir la carga bacteriana y crear un ambiente controlado que acelera la cicatrización”.
Según la especialista, esta tecnología puede acelerar el proceso de cicatrización en un 50%, gracias a sus mecanismos de acción tanto físicos como celulares.
“El dispositivo genera una contracción visible de la herida, reduciendo su diámetro y promoviendo la formación de tejido nuevo. También remueve microorganismos y células dañadas, y mediante una microdeformación del tejido, estimula la mitosis celular y la angiogénesis, es decir, la formación de nuevos vasos sanguíneos”, explicó la experta.
¿Quiénes se benefician?
La versatilidad de esta terapia permite su aplicación en múltiples tipos de heridas y perfiles de pacientes. “Podríamos decir que casi todas las heridas pueden beneficiarse de la terapia de presión negativa”, señaló Hoyos.
“Especialmente en casos de úlceras de pie diabético, lesiones por presión, quemaduras extensas, amputaciones, cirugías articulares o abdominales abiertas. También es útil para proteger heridas quirúrgicas cerradas en pacientes de alto riesgo”.
La especialista señaló que el éxito del tratamiento depende en gran parte de una evaluación individualizada del paciente. “No todos cicatrizan igual. Factores como diabetes, hipertensión, obesidad o enfermedades crónicas influyen en el tiempo de recuperación. Por eso esta terapia es especialmente útil en pacientes con comorbilidades, donde las alternativas tradicionales no han sido suficientes.”