¿Existe una relación entre los plaguicidas y el desarrollo de cáncer de próstata?

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Estos estudios son importantes para identificar patrones y fomentar investigaciones más profundas que puedan validar o refutar los hallazgos.

Los plaguicidas son sustancias tóxicas establecidas para repeler o matar plagas. Sin embargo, pueden resultar peligrosos para las personas, causando síntomas como náuseas, dolor de cabeza, mareos y sarpullido. 

Sin embargo, es importante resaltar que  estos productos químicos han tenido mucho éxito debido a que en parte son responsables del desarrollo del mundo que conocemos hoy. Los análisis indican que, sin el uso de herbicidas o plaguicidas, el rendimiento de los cultivos se reduciría alrededor de 30% la estabilidad de las cosechas. En otras palabras, poder contar con una producción estable de alimentos año tras año es esencial para garantizar la tranquilidad de la sociedad.

Ahora, ¿cuál es la relación estrecha entre los plaguicidas y el cáncer de próstata? Se dice que estas sustancias están ligadas a condiciones y enfermedades crónicas como cáncer, malformaciones congénitas, desórdenes neurológicos y reproductivos y un desarrollo de sensibilidad a los químicos en general. 

Un análisis realizado por el Dr. F. Perry Wilson, de la Yale School of Medicine, en New Haven, Estados Unidos, menciona que el cáncer presenta una distribución geográfica que no es aleatoria. Comprender por qué ocurre esta variación es clave en el estudio del cáncer, y un nuevo artículo publicado en Cáncer se centra en la relación entre el cáncer de próstata y el uso de plaguicidas y herbicidas en Estados Unidos.

Este estudio se basa en un enfoque llamado «estudio ecológico», que utiliza datos agregados para hacer inferencias sobre enfermedades en diferentes regiones. Los investigadores dividieron Estados Unidos en más de 3.000 condados y utilizaron información de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades para crear un mapa de casos y muertes por cáncer de próstata, ajustado según el tamaño de la población de cada condado. 

En cuanto a los plaguicidas, el estudio se basó en datos del Proyecto Nacional de Evaluación de la Calidad del Agua del Servicio Geológico de Estados Unidos, que catalogó 295 diferentes plaguicidas. Los investigadores analizaron la cantidad de plaguicidas utilizados en cada condado en dos periodos diferentes, y luego buscaron posibles conexiones entre estos productos químicos y los casos de cáncer de próstata en años posteriores. 

Es importante destacar que el cáncer de próstata puede tardar muchos años en desarrollarse, lo que requiere un análisis cuidadoso de los datos. Los investigadores se hicieron una pregunta central: ¿Los condados con mayor uso de ciertos plaguicidas tienen tasas más altas de cáncer de próstata? Al realizar 295 pruebas estadísticas, es probable que se encuentren algunos falsos positivos. 

Para abordar esto, usaron la primera fase de plaguicidas como una «cohorte de descubrimiento» y luego comprobaron los hallazgos en una segunda fase para validar los resultados. Solo presentaron aquellos plaguicidas que mostraron una relación significativa en ambas fases.

De los 22 plaguicidas que mostraron una conexión con el cáncer de próstata, algunos son plaguicidas, otros herbicidas y algunos fungicidas. Por ejemplo, la trifluralina, que ya está clasificada como un posible carcinógeno humano por la Agencia de Protección del Medio Ambiente, se asoció con la mortalidad por cáncer de próstata junto a otros tres plaguicidas que son considerados menos peligrosos. Esto ilustra la complejidad de determinar la seguridad de estas sustancias químicas. 

En este análisis, el Dr. Wilson menciona que es importante reconocer las limitaciones de este tipo de estudios. No se puede afirmar que las personas que desarrollaron cáncer de próstata en un condado específico trabajaran necesariamente con los plaguicidas analizados, ya que no se cuenta con datos individuales sobre la exposición. Sin embargo, estos estudios son importantes para identificar patrones y fomentar investigaciones más profundas que puedan validar o refutar los hallazgos.

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