Una investigación realizada en Suecia con datos de más de un millón de mujeres revela que haber vivido situaciones difíciles durante la infancia, como violencia, abuso o pobreza y esto podría aumentar significativamente el riesgo de desarrollar endometriosis en la edad adulta. Aunque se trata de un estudio observacional y no establece una relación causal directa, los resultados abren una nueva línea de comprensión sobre esta compleja enfermedad.
¿Qué es la endometriosis?
La endometriosis es una afección crónica en la que un tejido similar al endometrio, que normalmente recubre el útero, pero este crece fuera, afectando órganos como los ovarios o el intestino. Estas lesiones responden a las hormonas sexuales, sangran durante la menstruación y provocan dolor, inflamación e incluso infertilidad.
Se estima que una de cada diez mujeres la padece, aunque aún no se conocen con certeza sus causas. El nuevo estudio, liderado por el Instituto Karolinska y publicado en la revista Human Reproduction, sugiere que las vivencias negativas durante la niñez podrían ser uno de los factores de riesgo implicados.
El equipo analizó los datos de 1,3 millones de mujeres nacidas en Suecia entre 1974 y 2001. De ellas, 24.000 fueron diagnosticadas con endometriosis.
Los investigadores cruzaron esta información con registros nacionales que documentan experiencias adversas durante la infancia, como tener progenitores adolescentes, muerte de un familiar cercano, violencia física o sexual, consumo de alcohol o drogas por parte de los padres, pobreza o dificultades económicas, discapacidad intelectual en la familia.
Los resultados mostraron que haber vivido alguna de estas situaciones, excepto el fallecimiento de un familiar, aumentaba en un 20 % el riesgo de ser diagnosticada con endometriosis. Además, el riesgo se incrementaba con la cantidad de experiencias adversas acumuladas: en mujeres con cinco o más factores, la probabilidad subía hasta un 60 %.
El vínculo más fuerte se observó en aquellas que sufrieron violencia en la infancia, con más del doble de riesgo en comparación con quienes no atravesaron esas situaciones.
¿Por qué influye la infancia en esta enfermedad?
Según Marika Rostvall, médica y autora principal del estudio, existen dos posibles explicaciones para este vínculo:
Efectos del estrés crónico: Las vivencias traumáticas pueden alterar el sistema inmunológico y el neuroendocrino, dificultando la eliminación del tejido endometrial fuera del útero.
Alteración en la percepción del dolor: Las experiencias traumáticas podrían disminuir la resistencia al dolor, haciendo que las mujeres busquen atención médica con mayor frecuencia, lo que podría derivar en un mayor número de diagnósticos.
Aunque aún no está claro cuál es el momento de mayor vulnerabilidad durante la infancia, estudios previos sugieren que la primera infancia y la etapa cercana a la menarquia podrían ser períodos especialmente sensibles.
Para Marika Rostvall, estos hallazgos deberían motivar cambios en la atención médica: “Los profesionales deberían preguntar a las pacientes con dolor pélvico o dismenorrea sobre sus experiencias tempranas, sin asumir que el dolor es únicamente psicosomático”.
También destaca que muchas mujeres, especialmente aquellas con bajos recursos o condiciones psiquiátricas, ven su dolor minimizado y enfrentan largos periodos de espera para recibir diagnóstico y tratamiento, lo que puede empeorar su salud.
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