Durante meses, Jamie Powell supo que algo no estaba bien. Era 2020, entonces con 36 años, descubrió un bulto en su lengua que, pese a sus esfuerzos por buscar ayuda médica, fue repetidamente ignorado. Sin factores de riesgo comunes y con un dentista que minimizó sus síntomas, la vida de Powell cambió drásticamente al recibir un diagnóstico inesperado, cáncer de lengua.
“Pensé que me había mordido dormida porque me desperté con un chichón. Era raro, pero no me alarmé”, recuerda Powell. El dentista le aseguró que no había de qué preocuparse, pero el bulto persistía. Finalmente, tras cuatro meses de incertidumbre y frustración, una visita a urgencias y una derivación a otorrinolaringología condujeron a una biopsia. Poco después, una llamada confirmó el temor que ya se hacía inevitable: tenía cáncer.
En marzo de 2020, en plena pandemia, Jamie fue sometida a una glosectomía, cirugía que implicó la extracción de parte de la lengua y su reconstrucción con tejido del muslo. Le siguió una disección cervical para remover ganglios linfáticos y, después, lo que describe como la etapa “más morbosa” de su vida: 30 sesiones de radiación en cabeza y cuello.
Cada tratamiento requería que le fijaran una máscara de malla al rostro, manteniéndola inmóvil mientras soportaba quemaduras, ampollas y la pérdida del gusto. “La comida sabía a aguas residuales”, relata. Durante meses, no pudo hablar ni comer. Usaba una sonda de alimentación y un iPad para comunicarse con los médicos.
Aunque la cirugía fue exitosa, las secuelas físicas y emocionales han sido profundas. Powell hoy vive con una voz alterada, sin glándulas salivales, y con una mandíbula que debe forzar a abrir cada mañana. “No me invites a cenar”, dice con ironía. “Tengo que elegir entre hablar o comer”.
Pese a los efectos persistentes, como la dificultad para formar sonidos y el sabor arruinado de casi todos los alimentos, su historia no solo es de dolor, sino de transformación. Decidida a convertir su experiencia en apoyo para otros, Powell creó el podcast Young Tongues, donde comparte sin filtros su vida tras el cáncer.
“No encontré a nadie como yo: joven, sin factores de riesgo, con cáncer oral. Me sentía sola. Por eso lo documenté todo”, explica. Con franqueza, aborda el duelo por su identidad perdida, los desafíos invisibles y la salud mental golpeada por la enfermedad. “El cáncer no solo devora tu cuerpo, también tu mente”, afirma.
A través de su testimonio, busca crear conciencia sobre los cánceres orales, que muchas veces pasan desapercibidos hasta fases avanzadas. Su mensaje es claro: el cáncer no siempre sigue las reglas y puede afectar a cualquiera. “Cuanto más hablemos de este tipo de cáncer, más podremos ayudarnos”, asegura.
Fuente consultada: AQUÍ